lunes, 17 de septiembre de 2012

RESEÑA DEL LIBRO: “STALIN, EL GRAN ORGANIZADOR DE DERROTAS”


            POR: RODRIGO BATISTA

El Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones (C.E.I.P)  “León Trotsky”, fundado en 1998, se planteó publicar las obras clásicas de León Trotsky como la conocida biografía Mi Vida, su Historia de la Revolución Rusa, La revolución traicionada, Escritos sobre España, La lucha contra el fascismo o sus textos sobre arte, cultura y vida cotidiana, así como también compilaciones temáticas y ampliadas en esta nueva serie con textos inéditos en castellano.  Además, se le sumará desde el 2006, el Instituto del Pensamiento Socialista (IPS) que tiene como objetivo ser un centro editorial especializado en marxismo, que abarque todo tipo de temáticas: históricas, teóricas, políticas, de género, incluso literarias. Ella Consta de un amplio catálogo que incluyen las publicaciones del C.E.I.P “León Trotsky”, pero también de otros autores marxistas.
            El libro Stalin, el gran organizador de derrotas, publicado en marzo del 2012, está enmarcado en el primer tomo de la Colección de Obras Escogidas León Trotsky  publicadas por Ediciones del IPS y el CEIP en coedición con el Museo Casa León Trotsky de México y el apoyo de Esteban Volkov, nieto de Trotsky.  En Stalin, el gran organizador de derrotas encontramos indudablemente un gran aporte editorial, para la discusión teoría, política y estratégica del marxismo revolucionario. Su lanzamiento, tiene el objetivo de llegar a los que hoy militan por la revolución socialista, a los intelectuales marxistas pero también a los jóvenes que hoy despiertan a la vida política en búsqueda de una salida a la crisis actual.
            Este libro, publicado originalmente bajo el título La tercera internacional, contiene varios trabajos escritos por Trotsky en el exilio, luego de haber sido expulsado del Partido Comunista junto con miles de oposicionistas, y cuando la crisis de 1929 daba inicio a agudas confrontaciones de clase. Trotsky reúne los documentos presentados durante y después de la realización del VI Congreso de la Internacional Comunista (1928) donde llamaba a esta organización a retomar una perspectiva revolucionaria frente al curso zigzagueante adoptado en manos de Stalin, que provocó la derrota de importantes procesos revolucionarios y profundizó la burocratización de la URSS.
            Hoy, cuando la crisis capitalista mundial empieza a encontrar respuesta de la juventud y clase obrera, redoblamos nuestra labor para poner el legado de Trotsky a disposición de una nueva generación. Por eso, considerado uno de los textos fundacionales de la IV Internacional, el debate sobre estrategias allí desarrollado recobra actualidad en medio de la crisis económica, y cuando caen en desgracia las ideologías que pretenden hundir en el olvido las enseñanzas y lecciones de revolucionarios como León Trotsky, Vladimir Lenin o Rosa Luxemburgo. Por esto, nos detendremos sobre algunas reflexiones que surgen del pensamiento elaborado en Stalin, el gran organizador de derrotas, el de la estrategia revolucionaria, legado que ha sido dejado de lado para pensar los elementos políticos y teóricos para conseguir la victoria del proletariado y los oprimidos sobre todo el sistema capitalista mundial. Tomaremos para ello la clara exposición elaborada por Emilio Albamonte[1] en ocasión de la presentación de Stalin, el gran organizador de derrotas el 29 de abril de este año en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Táctica y estrategia en la época imperialista

            Emilio Albamonte[2] abrió su intervención señalando que la elección de esta obra de Trotsky como primer tomo de las Obras Escogidas no era casual sino que estaba ligada a una revalorización del pensamiento estratégico, contraponiéndola a la idea que se quiso imponer luego de la derrota de la dictadura del cono sur, la avanzada del neoliberalismo, y la instalación del progresismo, de que la izquierda sólo tenía que discutir de táctica (elecciones, trabajo sindical, etc.).
            Al referirse a uno de los puntos de partida de esta reflexión, Albamonte señaló “El primero es ir contra la idea naturalizada de que la izquierda no puede vencer. Venimos de treinta años de lo que llamamos –en un artículo de Estrategia Internacional– una ‘Restauración burguesa’, un período sin revoluciones como hubo después de la derrota de la Comuna de París de 1871 hasta la Revolución Rusa de 1905. Sobre aquel período Lenin decía que habían sido 30 años de avance del revisionismo pacifista en el movimiento socialista internacional.
            Hoy nos enfrentamos a algo parecido, donde compañeros anarquistas o autonomistas plantean ‘para qué un partido’, ‘para qué partido de vanguardia’, etc.; o teóricos que hablan de la perspectiva comunista como Badiou, Negri, etc., que ven los fenómenos revolucionarios como acontecimientos que surgen ex nihilo (de la nada), donde los problemas estratégicos y el de la construcción de un partido revolucionario se discuten muy poco”.
            Luego señaló el estudio y la apropiación de aspectos de Clausewitz[3] realizada por Lenin y Trotsky.  En el caso de Lenin, éste coincidió con un momento de enorme productividad intelectual y de “rearme” teórico luego del estallido de la Primera Guerra Mundial, en simultáneo con su estudio sobre la Lógica de Hegel, y su elaboración de El Imperialismo, etapa superior del capitalismo, en el marco de que la actualidad de la guerra y de la revolución planteaban los problemas de estrategia en un nuevo nivel. “Ya Rosa Luxemburg –señaló Albamonte– había luchado contra la estrategia de Kautsky, antes que Lenin y antes de que éste se pasase a las filas del socialchovinismo; sin embargo, como dice Trotsky en este libro [Stalin, el gran organizador de derrotas] y en otros escritos, los problemas de la guerra y de la insurrección sean quizá los puntos más flojos en la reflexión de Rosa.” Y agregó sobre la apreciación de Trotsky sobre la obra de Luxemburgo: “es el movimiento vivo del proletariado el que los intelectuales tratan de asumir, donde nadie tiene ‘el conjunto de la teoría marxista’ […] Una de las grandes tragedias que hizo el stalinismo, es que el diálogo teórico-político abierto por Luxemburg, Trotsky y Lenin fue interrumpido por decenios, y en algún sentido sigue interrumpido hasta ahora”.

            
       Albamonte analizó la recuperación de los debates de estrategia por parte de los marxistas a principios del siglo XX: “Releyendo a Clausewitz, con definiciones tan sencillas como que la táctica es el arte de ganar los combates y la estrategia el arte de utilizar los resultados de los combates para ganar la guerra, vimos que ese punto estaba separado de las discusiones en el marxismo histórico. Los que vuelven a plantear esta discusión antes que Lenin son [Franz] Mehring de la socialdemocracia alemana, que escribe sobre el arte militar, y un historiador militar reaccionario, [Hans] Delbrück. […] Entre Kautsky y Luxemburg se desarrolló una gran discusión donde el primero, basado en Delbrück opinaba que la segunda Guerra Púnica se había ganado por la ‘estrategia de desgaste’ de Quintus Fabius el “Cunctator” –es decir, el “demorador” – y que el movimiento obrero alemán tenía que tener esa estrategia […] Luxemburg quien toma al historiador de Roma, [Theodor] Mommsen, para contestar los argumentos históricos, demuestra que la “estrategia de desgaste” sólo permite ganar tiempo y que el movimiento obrero no se puede quedar sólo con una estrategia de este tipo. […] Justamente, la Sociedad Fabiana –cuyo nombre alude al romano Quintus Fabius–, aún hoy conserva su influencia en el Partido Laborista, y opina que el movimiento obrero debe avanzar ‘culturalmente’ para lograr así cambiar el capitalismo desde adentro en dos o tres siglos…”.

            Ligando estos debates a la relación entre programa y estrategia, Albamonte señaló: “Trotsky explica en el Stalin, el gran organizador de derrotas, que el término “estrategia” fue restituido por la III Internacional, ya que la II sólo hablaba de “táctica”. Crítica que en el Programa de la IC (Internacional Comunista) de Stalin y Bujarin se hablaba de estrategia en general, pero que sobre el problema fundamental de la estrategia, es decir, sobre las condiciones y los métodos que conducen a la insurrección propiamente dicha, la conquista del poder, sólo se decían generalidades. […] Entonces volvimos a cuestionarnos por qué Trotsky y Lenin habían estudiado a Clausewitz y habían surgido estas teorías y discusiones entre Kautsky y Luxemburg, y nos dimos cuenta que no le habíamos dado suficiente importancia, antes de leer a Clausewitz, a que en este libro [Stalin, el gran organizador de derrotas] hay un capítulo enorme llamado ‘La táctica y la estrategia en la época imperialista’.”

            A continuación, Albamonte comenzó una comparación entre el pensamiento estratégico de Clausewitz y el de Trotsky donde resaltó: “Leímos a Clausewitz y nos llevó a leer a Trotsky, porque llegamos a lo que se llama la ‘trinidad’ de Clausewitz. […] hay tres elementos que la forman: el gobierno, que da la orientación política; el ejército y los generales, que toman la relación de fuerza y trabajan con las probabilidades (porque el azar es un componente de toda guerra); y por último, el pueblo, que es el portador un ‘sentimiento hostil’…”.
            Sobre el primer elemento de la “trinidad” –la orientación política- señaló cómo, en un mismo sentido, “Trotsky polemiza contra los que opinan que la clase obrera debe administrar ‘sin dirigentes’ –como plantean compañeros anarquistas, populistas o autonomistas– ya que parten de una idealización inconsciente del capitalismo, pensando que una sociedad fundada en la esclavitud salarial puede elevarse a su independencia de clase sin una dirección que contenga a sus elementos más perspicaces y templados. Si esto fuera así, se podría lograr la transformación de la sociedad pacíficamente. Entonces la estrategia fabiana sería correcta y ser revolucionario sería un desastre. Sin embargo, la revolución es necesaria para arrancar a las masas populares del atraso y la ignorancia, y para que la revolución sea victoriosa deben ligar sus esperanzas y sus luchas a un partido que se haya convertido en la condensación de su propia lucha. Y esta dirección se forma a través de un largo proceso de selección y educación”. Y, polemizando con un artículo recientemente republicado de Oscar Del Barco sobre Lenin[4], agregó: “…partimos de discutir que lo importante no es tener ‘derrotas dignas’, aunque tengamos muchas, lo importante es vencer, liquidar la explotación del hombre por el hombre. Para eso hay que dotarse de instrumentos. Trotsky define a la estrategia justamente como el arte de vencer”.

            Al momento de referirse al “pueblo”, tercer elemento de la “trinidad” de Clausewitz, destacó desde qué lectura lo abordaría y planteó: “dentro de los trotskistas, somos los más ‘libertarios’. Le dimos tanta importancia al problema de los soviets, de los consejos obreros, que lo elevamos a problema de la estrategia. Volvimos a Trotsky para ver si, como nos dicen muchos compañeros de la izquierda, los soviets son instrumentales y no son clave, así como lo es el partido revolucionario”. En respuesta a esta cuestión sostuvo: “Trotsky plantea que el carácter revolucionario de la época no consiste en que se puede realizar la revolución en todo momento, es decir tomar el poder, sino que la actual es una época de cambios bruscos, y que la dirección tiene que estar preparada para estos cambios. Este objetivo está indisolublemente ligado a la autoorganización de las masas, como lo hicieron las masas rusas bajo la forma de Soviet.”

            Luego citó a Trotsky en Stalin, el gran organizador de derrotas cuando dice: “En la acción, las masas deben sentir y comprender que el soviet es su organización, de ellas, que reagrupa sus fuerzas para la lucha, para la resistencia, para la autodefensa y para la ofensiva. No es en la acción de un día ni, en general, en una acción llevada a cabo de una sola vez, como pueden sentir y comprender esto, sino a través de experiencias que adquieren durante semanas, meses, incluso años, con o sin discontinuidad”.
            Retomando la comparación con la “trinidad” señaló las diferencias entre el marxismo y un “militarismo” y planteó cómo Clausewitz, a pesar de destacar la importancia de la “fuerza moral” de las masas cuando intervienen en la guerra defendiendo intereses propios, nunca llegó romper con una visión del “pueblo” como “masa de maniobra” debido a los propios intereses reaccionarios que defendía. En este sentido, destacó que en ese punto “Hay una diferencia central. Para nosotros hay una cadena entre esos organismos que a veces se manifiestan como comisiones internas, que surgen en el sindicato, que a veces se transforman como interfabriles o consejos obreros, y sus elementos más perspicaces, que se organizan con un programa y una estrategia en un partido. Los marxistas no somos militaristas… tuvimos varias experiencias trágicas en nuestro país, y criticamos esas estrategias surgidas al calor de la revolución cubana, que más allá de su heroísmo tenían una estrategia y táctica equivocadas. […] el partido es la continuidad de la autoorganización de los trabajadores, de sus elementos más perspicaces, más templados dotados de una estrategia y un programa para vencer”. De la comparación en torno a la “trinidad” concluyó: “No hay nada más desprestigiado hoy que un partido de vanguardia. Nosotros lo reivindicamos y, al mismo tiempo, decimos que el marxismo no es un militarismo, sino que queremos los soviets, que los obreros sean la base de todo. No aceptamos la “trinidad” clausewitziana porque estamos hablando de la lucha de clases, no de guerra en general, ni de ‘guerra popular’, aunque opinamos que las insurrecciones, la guerra civil, etc. son elementos componentes fundamentales de un proletariado que se organice y se quiera sacar las cadenas de la opresión”.

            Luego de desarrollar la relación entre huelga general e insurrección desde el punto de vista de la estrategia retomando los conceptos de “guerra de montaña” y “guerra de llanura” según Clausewitz, Albamonte cerró su intervención señalando: “Para nosotros no hay contradicción entre partido de vanguardia y autoorganización de los trabajadores sino que lo vemos como dos niveles de lo mismo. No creemos que las revoluciones las  hagan los partidos de vanguardia, sino que las masas con su autoactividad son las que van a hacer las revoluciones, y que el partido revolucionario es clave para que triunfen, para que no se queden a nivel nacional y continúen en la perspectiva de la revolución permanente”.

            Por último, Emilio Albamonte señaló sobre Stalin, el gran organizador de derrotas que “este libro, así como el conjunto de los trabajos de Trotsky en los ’30, como sus escritos sobre lucha contra el fascismo en Alemania, etc. […] no creo que le vayan en zaga a los grandes clásicos de la ciencia política como El Príncipe de Maquiavelo, el Leviatán de Hobbes, los trabajos de Rousseau, etc. […] Los que lean este libro estarán leyendo un clásico. Si un clásico es un libro que en diferentes épocas dice distintas cosas según quién lo lee, de Trotsky reivindican parte desde los ‘neocon’ hasta la ultraizquierda […], en ese sentido Trotsky es un clásico: se lo lee desde las distintas posiciones ideológicas que hay en el mundo”.







[1]     Se recomienda ver el vídeo de la exposición de Emilo Albamonte en http://www.youtube.com/watch?v=wvmF3tR8fRg, donde en estas hojas se expresa brevemente su larga y rica reflexión sobre el marxismo revolucionario.
[2]     Director de la Revista Estrategia Internacional y dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina.
[3]     Militar prusiano del Siglo XIX, teórico de la guerra y de las artes militares.
[4]     En la compilación Escrituras publicada en 2011 por Ediciones Biblioteca Nacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario